El capitalismo ha formulado su tipo ideal con la figura del hombre unidimensional. Conocemos su retrato: iletrado, inculto, codicioso, limitado, sometido a lo que manda la tribu, arrogante, seguro de sí mismo, dócil. Débil con los fuertes, fuerte con los débiles, simple, previsible, fanático de los deportes y los estadios, devoto del dinero y partidario de lo irracional, profeta especializado en banalidades, en ideas pequeñas, tonto, necio, narcisista, egocéntrico, gregario, consumista, consumidor de las mitologías del momento, amoral, sin memoria, racista, cínico, sexista, misógino, conservador, reaccionario, oportunista y con algunos rasgos de la manera de ser que define un fascismo ordinario. Constituye un socio ideal para cumplir su papel en el vasto teatro del mercado nacional, y luego mundial. Este es el sujeto cuyos méritos, valores y talento se alaban actualmente. (Michel Onfray)


domingo, 12 de junio de 2011

REGRESO A UN PAÍS DE SOLEDAD Y SILENCIO IMPERECEDEROS (2003)


Creamos instrumentos metafísicos, estructuras socializantes, para hacer más fácil la convivencia, pero esas estructuras adquieren existencia propia y desencadenan efectos imprevistos, contraproducentes, no deseados, que nos hacen más compleja, más difícil, la vida, la convivencia.
Entonces se hace preciso reformarlas, crear nuevas estructuras, estructuras que inexorablemente originan nuevas y mayores complejidades, que nos instrumentalizan y nos hacen sentir cada vez más presos en un mecanismo que progresa hacia un orden sobrehumano que acrecienta nuestra  angustia.
Añoramos entonces la simplicidad de la antigua anarquía, de una edad dorada, ignota, pero intuida.
Sólo ante la muerte comprendemos: la armonía del caos, la simplicidad de lo complejo.

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