El capitalismo ha formulado su tipo ideal con la figura del hombre unidimensional. Conocemos su retrato: iletrado, inculto, codicioso, limitado, sometido a lo que manda la tribu, arrogante, seguro de sí mismo, dócil. Débil con los fuertes, fuerte con los débiles, simple, previsible, fanático de los deportes y los estadios, devoto del dinero y partidario de lo irracional, profeta especializado en banalidades, en ideas pequeñas, tonto, necio, narcisista, egocéntrico, gregario, consumista, consumidor de las mitologías del momento, amoral, sin memoria, racista, cínico, sexista, misógino, conservador, reaccionario, oportunista y con algunos rasgos de la manera de ser que define un fascismo ordinario. Constituye un socio ideal para cumplir su papel en el vasto teatro del mercado nacional, y luego mundial. Este es el sujeto cuyos méritos, valores y talento se alaban actualmente. (Michel Onfray)


lunes, 23 de abril de 2012

ELOGIO DE UN FRACASO (2012)


Barral Editores, Barcelona, 1974.


Elogio de un fracaso


Imaginé un título, Elogio del fracaso. Imaginé que escribiría un libro en el que expondría los altos objetivos que deseaba alcanzar en mi vida. Y, sin haber vivido, pretendía que ese libro también incluyera el testimonio de mi fracaso heroico. Eran sueños pretenciosos de un adolescente cargado de lecturas.

Hoy lo he recordado y se me ha ocurrido que, aunque el libro nunca fue escrito, aquel título sería una buena inscripción para grabar sobre mi tumba.

Así pues —he pensado—,  en el fondo debo sentirme bastante satisfecho de mi vida. No hubo heroicidades, pero quizá sí que al final estoy consiguiendo una pequeña sabiduría, estoy aprehendiendo el placer de la existencia.

De repente, me han venido a la memoria los epitafios vivaces —valga la paradoja— de Spoon River y por eso me he decidido a concretar el mío: «Elogio de un fracaso, mereció la pena vivirlo».


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