El capitalismo ha formulado su tipo ideal con la figura del hombre unidimensional. Conocemos su retrato: iletrado, inculto, codicioso, limitado, sometido a lo que manda la tribu, arrogante, seguro de sí mismo, dócil. Débil con los fuertes, fuerte con los débiles, simple, previsible, fanático de los deportes y los estadios, devoto del dinero y partidario de lo irracional, profeta especializado en banalidades, en ideas pequeñas, tonto, necio, narcisista, egocéntrico, gregario, consumista, consumidor de las mitologías del momento, amoral, sin memoria, racista, cínico, sexista, misógino, conservador, reaccionario, oportunista y con algunos rasgos de la manera de ser que define un fascismo ordinario. Constituye un socio ideal para cumplir su papel en el vasto teatro del mercado nacional, y luego mundial. Este es el sujeto cuyos méritos, valores y talento se alaban actualmente. (Michel Onfray)


viernes, 22 de junio de 2012

ESE MUCHACHO DE LARGOS CABELLOS BLANCOS (2012)



Portada de una edición israelí de un disco de grandes éxitos de The Beatles.


Algunos días, sin que se sepa el motivo, se presenta en el café del ateneo vestido de gala: chaqueta y camisa claras de grandes cuadros sutiles, pantalones y pajarita de seda de color gris perla. 

Se sienta en su taburete al final de la barra y se dispone a pasar allí unas cuantas horas, como de costumbre, pero esos días, sin que se sepa el motivo, no habla con nadie: se pone unos auriculares y se pasa la tarde y la noche escuchando música —en algunos momentos se le oye tatarear algunas de las canciones más dulzonas de los Beatles—, silencioso y ausente.

En esas ocasiones, se hace servir unos grandes vasos de cerveza negra en los que el camarero ha sepultado un vasito con una mezcla de whisky y licor de crema irlandesa.

Hacia la medianoche, se levanta con paso vacilante y se marcha hacia su casa sin decir palabra.

Al día siguiente, vuelve al café, vestido sin ningún cuidado, se sienta en su taburete al final de la barra y se dispone a pasar allí unas cuantas horas, como de costumbre, hablando con unos y con otros, discutiendo a voces sobre tenistas o coches deportivos de otros tiempos, evocando con ternura figuras olvidadas de la música popular o explicando largos chistes con aire taciturno, bebiendo sin parar esa horrible cerveza tan típica de los bares catalanes mientras mira con sus ojos celestes a las jóvenes que pasan por su lado sin verle, sin ver a ese muchacho de largos cabellos blancos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario