El capitalismo ha formulado su tipo ideal con la figura del hombre unidimensional. Conocemos su retrato: iletrado, inculto, codicioso, limitado, sometido a lo que manda la tribu, arrogante, seguro de sí mismo, dócil. Débil con los fuertes, fuerte con los débiles, simple, previsible, fanático de los deportes y los estadios, devoto del dinero y partidario de lo irracional, profeta especializado en banalidades, en ideas pequeñas, tonto, necio, narcisista, egocéntrico, gregario, consumista, consumidor de las mitologías del momento, amoral, sin memoria, racista, cínico, sexista, misógino, conservador, reaccionario, oportunista y con algunos rasgos de la manera de ser que define un fascismo ordinario. Constituye un socio ideal para cumplir su papel en el vasto teatro del mercado nacional, y luego mundial. Este es el sujeto cuyos méritos, valores y talento se alaban actualmente. (Michel Onfray)


lunes, 25 de junio de 2012

SERENIDAD (2012)







¿Habéis sentido alguna vez como si vuestro coche estuviera parado y fuera la calle la que se desliza ante vuestros ojos?
Quizá eso os suceda los días en que por algún motivo desconocido habéis dejado de sufrir esa angustia profunda que os impele a vivir con ansia, como si fuerais una bestia furiosa que lucha por su supervivencia, como si subierais desesperadamente a por aire desde las profundidades.

Así me sentía, libre de angustia, cuando la mirada se me ha detenido en una fachada que me era familiar. Recuerdo cuando se derribaron las dos viejas casas polvorientas que ocupaban el solar. En su lugar se construyó un edificio de tres plantas, distinto del resto de edificios del barrio, sencillo pero de líneas elegantes, colores sutiles y armonía acogedora. 
Recuerdo vagamente al matrimonio que se instaló en ella, algo más a la esposa, una mujer de mediana edad con una mirada suave y una sonrisa delicada.
Yo vivía cerca entonces, una travesía más allá. Era una zona muy ruidosa. En verano, cada noche me despertaban los gritos de los borrachos, los frenazos, los choques entre coches… Hace muchos años de eso.

Ahora el edificio está deshabitado. En el balcón hay un rótulo que indica que se encuentra en venta. Hay señales de un largo abandono.

¿Dónde estarán ahora las ilusiones de aquella mujer? ¿Tuvo hijos? ¿Qué se hizo de su ternura? ¿Habrá muerto o malvive interna en una residencia?
 Puestos a pensar, me pregunto dónde se pudren las ilusiones que yo tenía en aquella época.

Si ya no hay esperanza, tampoco hay angustia. Quizá por eso hoy me siento extrañamente sereno mientras veo deslizarse el tiempo pasado ante mis ojos.


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