El capitalismo ha formulado su tipo ideal con la figura del hombre unidimensional. Conocemos su retrato: iletrado, inculto, codicioso, limitado, sometido a lo que manda la tribu, arrogante, seguro de sí mismo, dócil. Débil con los fuertes, fuerte con los débiles, simple, previsible, fanático de los deportes y los estadios, devoto del dinero y partidario de lo irracional, profeta especializado en banalidades, en ideas pequeñas, tonto, necio, narcisista, egocéntrico, gregario, consumista, consumidor de las mitologías del momento, amoral, sin memoria, racista, cínico, sexista, misógino, conservador, reaccionario, oportunista y con algunos rasgos de la manera de ser que define un fascismo ordinario. Constituye un socio ideal para cumplir su papel en el vasto teatro del mercado nacional, y luego mundial. Este es el sujeto cuyos méritos, valores y talento se alaban actualmente. (Michel Onfray)


viernes, 9 de noviembre de 2012

TODO EN NADA (2012)



Fotografía de Ralph Gibson



Un libro que llegó a mis manos, no sé si comprado en un local húmedo y tenebroso de Barcelona o si inmerso en un aluvión de papeles viejos regalados por algún amigo poco aficionado a la lectura, un libro que entonces no leí y que quizá abandoné en algún estante, tras una hilera de títulos de renombre. Un libro que no he vuelto a ver, que no he vuelto a encontrar...

Un frase quizá leída en un libro insípido o soporífero —una frase sugerente o iluminadora, sin embargo— que he buscado de manera reiterada y sin fortuna entre sus páginas, como si la vida que me arrastra la hubiera borrado cuando ha hecho pasar sobre mí sus días caducos y sus noches fugaces. Una vida que me derrota con sus noches y noches insuficientes para restaurar mis fuerzas en un tiempo que califican de líquido y es movedizo, inestable, sofocante. Una vida que me asfixia hasta conseguir que no recuerde exactamente que decía esa frase y hasta hacerme dudar de si fue en ese libro u en otro o en ninguno...

Una palabra recuperada en una lectura cansada, una palabra en desuso, una palabra que me trae recuerdos de otro mundo, de un mundo casi olvidado, de frío y horas de tristeza tras los cristales, mirando las sombras que transitaban por la calle obscura bajo la lluvia, y las piernas bajo las faldas de la mesa camilla, los pies sobre el brasero, la bombilla de 25 apagada para ahorrar, esperando que el reloj toque las diez para ir a dormir, una palabra que la noche me ha hecho volver a olvidar...

Una sensación, la intuición de una reminiscencia inminente, un estado ánimo, el recuerdo impreciso de un sentimiento de armonía que se desvanece tras la niebla, un sueño que se disipa sin dejar huella en esta vigilia cegadora, un bosque obscuro en el que me adentro para perderme, una grieta que me engulle, un río amniótico que surge de la tierra para hundirse en la tierra sin dejar rastro, el pozo negro profundo y terrible donde todo desaparece, perdidas para siempre la mirada maravillosa, la lucecita feliz que se encendía en mi mente, las fragancias y las músicas que se derramaban como magma gorgoteante en los entonces inmaculados archivos de mi conciencia, perdidas para siempre, sí: la confirmación de que la vida todo lo que toca lo convierte en nada.

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