El capitalismo ha formulado su tipo ideal con la figura del hombre unidimensional. Conocemos su retrato: iletrado, inculto, codicioso, limitado, sometido a lo que manda la tribu, arrogante, seguro de sí mismo, dócil. Débil con los fuertes, fuerte con los débiles, simple, previsible, fanático de los deportes y los estadios, devoto del dinero y partidario de lo irracional, profeta especializado en banalidades, en ideas pequeñas, tonto, necio, narcisista, egocéntrico, gregario, consumista, consumidor de las mitologías del momento, amoral, sin memoria, racista, cínico, sexista, misógino, conservador, reaccionario, oportunista y con algunos rasgos de la manera de ser que define un fascismo ordinario. Constituye un socio ideal para cumplir su papel en el vasto teatro del mercado nacional, y luego mundial. Este es el sujeto cuyos méritos, valores y talento se alaban actualmente. (Michel Onfray)


lunes, 23 de marzo de 2015

EL LADO OSCURO DEL LIBERALISMO (2015)


El lado obscuro del liberalismo



¿Qué es el liberalismo? Dicen las enciclopedias que es un pensamiento que tiene como objetivo la consecución de la libertad para el individuo. Pues si esa es la respuesta correcta, ¿no resulta extraño que haya personas que lo critiquen? ¿Acaso esas personas son partidarias de las dictaduras o es que el liberalismo tiene un lado obscuro que debe conocerse?

Algunas razones críticas pueden encontrarse, por ejemplo, en el libro Contrahistoria del liberalismo (El Viejo Topo, 2007) de Domenico Losurdo. Desde las primeras páginas, este profesor de filosofía italiano es implacable; revela las ideas concretas y las prácticas cotidianas de destacados liberales —con algunas excepciones, como la de Adam Smith— que en los siglos XVIII y XIX, en el Reino Unido y sus colonias, hacen compatible la defensa de las libertades civiles de los pueblos, las minorías y el individuo con una defensa cerrada de la esclavitud de los negros, una esclavitud hereditaria que algunos políticos proponían ampliar a los blancos pobres, aunque, tal como documenta el historiador Howard Zinn en su obra de lectura imprescindible La otra historia de los Estados Unidos (Hiru, 1999), en el siglo XVII de hecho ya existía la categoría social de los criados contratados, que eran blancos «comprados y vendidos como esclavos» durante los siete años que duraba el contrato de trabajo con el que pagaban el pasaje del barco que los llevaba desde el Reino Unido a las colonias americanas.

Es verdad que los liberales luchan contra cierto tipo de esclavitud... En el siglo XVII, John Locke, el padre ideológico del liberalismo, hace una crítica feroz de la esclavitud política que significa la monarquía absoluta, pero eso no le impide redactar un artículo de la constitución de Carolina que dice así: «Todo hombre libre de Carolina tendrá poder y autoridad absoluta sobre sus esclavos negros». Una defensa de la esclavitud laboral muy coherente, ya que proviene de un hombre que «es accionista de la Royal African Company», una empresa dedicada al tráfico de esclavos.

¿Resulta necesario recordar el trato que dispensaron los liberales de las colonias británicas a los nativos? Es bien conocido: exterminio o confinamiento en tierras estériles. Ya en el siglo XVII la facción liberal puritana emigrada a las colonias americanas comienza su aniquilación después de equipararlos «los cananeos y amalecitas», etnias predestinadas según la Biblia al exterminio, y como ellos nómadas y ocupantes «de las tierras que Dios ha concedido expresamente a los hijos del hombre».

No es extraño, pues, que liberales de este tipo tacharan de déspota a Abraham Lincoln, presidente de EEUU, tal como los neoliberales de hoy califican de dictadores a Chávez y a otros gobernantes latinoamericanos elegidos democráticamente. Para los liberales de los estados del Sur, la defensa de los derechos de las personas que consideraban infrahumanas —negros, nativos y blancos pobres— era una agresión intolerable contra la libertad de comercio y empresa de aquellos que se consideraban únicos integrantes de la humanidad: la nueva aristocracia de los grandes poseedores de plantaciones... y las clases medias —pequeños agricultores, comerciantes y artesanos—, necesarias para mantener su poder y sus riquezas.

Así pues, más allá de las apariencias, estos son los objetivos reales del liberalismo: libertad y riqueza para una minoría, libertad tutelada para las clases medias y opresión y pobreza para las clases populares.

¿Qué es el liberalismo? ¿Podemos decir ahora que es un pensamiento que defiende la libertad y la democracia «para los dueños y señores»? Si es así, al resto de la sociedad no nos queda otra opción que combatirlo sin tregua.

Jordi F. Fernández Figueras


Versión en castellano de un texto publicado en 
Diario de Terrassa, 16 de enero de 2015, 
y en Catalunya, marzo de 2014

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